viernes, 26 de febrero de 2010

La salsa de tomates de mi mamá

Eso es un decir nada más, ella se lucía cuando todos celebraban su receta, en cuanto probaban sus tallarines bañados en esa exquisita salsa de tomates, en la que todos ayudábamos a preparar. Lo primero era lavar las botellas en donde se embasaban, las mismas se usaron por muchos años, se lavaban con un poco de trigo y papel de diario picado, una por una. Los niños nos íbamos voluntariamente a un rincón para reírnos de los adultos que cada año hacían los mismos comentarios que nosotros sabíamos de memoria:
-Mira esta es una botella de Aloja
-Si que rica era esa bebida.
-Lastima que ahora no sale.
-Y esta de Orange Crasch.
-Que bonita no como la de ahora que no tiene ninguna gracia
-A mira… esta de Guinda Novis ¿te acuerdas? si hasta una guinda traía.
Y así cada botella un recuerdo añejo. Todos terminábamos riendo y un coscacho cuando se nos “pasaba la mano”
De pronto aparecía mi papá con “el hombrecito de la casa” y esta con gran canasto al hombro
-Aquí tiene señora los mejores tomates- lo decía con orgullo y tenia razón el mismo los cultivaba, eran rojos, maduros en la mata , sabrosos y dulces como solo se dan en Quillon gracias a ese sol abrasador .

La Carmela en la cocina los lavaba y los ponía a cocer en una gran olla, después de cocidos se ponían a estilar toda una noche para después que pasarlos por cedazo, ese era uno de mis trabajos favoritos meter mis manito ahí para aplastar los tomates, mas que trabajo parecía un juego, separando el hollejo y las pepas , luego esta pulpa se vaciaba en una bolsa quintalera de esas donde venia la harina para el pan; se amarraba esta bolsa para luego colgarla durante otra noche estilando , para dejar una pasta que luego se media para agregar el acido salicílico que la preservaría por todo un año. Al día siguiente se embasaba en las botellas muy limpias, no era trabajo fácil, con un embudo y un palillo nos ayudábamos para que entrara en las botellas sin dejar aire, terminaba este llenado agregando un poquito de aceite en cada botella y cuando las 50 y tantas botellas estaban listas, mi papá las tapaba con un aparato artesanal que las ajustaba para ir después al despensa junto con las demás conservas

Hace, poco intente preparar la receta que ten bien recuerdo, pero supe que había olvidado algo cuando vi. una fuente con las pepas y las cáscaras del tomate, mi marido pregunto
-¿Y que aras con eso?
-Botarlo nada mas – dije, pero en ese momento recordé que no se botaban así como yo lo hice. Esa parte era otra fiesta, esta vez para las gallinas que en cuanto se les tiraban estas sobras del tomate armaban un alboroto, se atropellaban unas a otras, el gallo trataba de imponer orden pero era en vano, eso era “un verdadero gallinero”. Por eso digo mi madre era la mente maestra en la preparación de esta salsa de tomates porque ¡hasta las gallinas hacían su parte!

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